Estimados lectores,
Cuando uno piensa en la Motor Valley italiana, nombres como Ferrari, Maserati o Lamborghini suelen venir primero al pensamiento. Pero si quieres entender el verdadero ADN del automovilismo deportivo italiano, hay que adentrarse en rincones como el Museo Stanguellini, un tesoro menos conocido pero profundamente significativo para la historia de los automóviles de competición.

Desde el momento en que empujé la puerta del antiguo taller, supe que no estaba ante un museo convencional. Las paredes no exhiben solo piezas, sino el espíritu y el sudor de generaciones que dedicaron su vida a exprimir cada caballo de potencia posible de motores modestos pero brillantes.

Un legado familiar que marcó la historia
La historia de Stanguellini es la historia de una familia profundamente ligada al automóvil. El nombre se remonta a 1879, cuando la empresa fue fundada con una actividad mecánica que con el tiempo evolucionaría hacia la automoción.
Pero donde realmente se forjó el mito fue con Vittorio Stanguellini, un verdadero “mago” de la preparación y el diseño de coches de competición. Habiendo tomado las riendas del negocio familiar muy joven, Vittorio transformó simples chasis de Fiat, y más adelante diseños propios, en auténticas máquinas de triunfo en pista. Su habilidad para aligerar, optimizar y soñar estaba al nivel de los grandes preparadores de su tiempo.
Este espíritu de ingenio continúo con éxitos notables, desde las primeras Sport 750 y 1100 derivadas de Fiat hasta vehículos como la Stanguellini-Guzzi Colibrì, una joya aerodinámica recordista diseñada por Franco Scaglione que marcó récords de velocidad en Monza en 1963.

El museo: una inmersión en la memoria
Lo que hace único a este museo no es tanto la cantidad de coches —aunque la colección es excelente— sino la autenticidad del lugar: estás literalmente dentro del antiguo taller donde estas máquinas fueron afinadas, discutidas y perfeccionadas.
Allí pude ver desde la primera Fiat Tipo 1 de 1908, conocida como “Modena 1” y la primera automatriculada en Modena, hasta clásicos de carreras, automóviles deportivos y piezas raras que reflejan décadas de pasión y evolución técnica. La colección no se limita a Stanguellini: también incluye coches de otras marcas que la familia adquirió por devoción al motor.

Stanguellini Formula Junior
Una de las estrellas del museo, esta categoría fue el corazón de la producción de competición de la marca en los años 50 y 60. Los coches Formula Junior de Stanguellini eran ligeros, rápidos y competitivos en campeonatos europeos —con motores elaborados sobre bases Fiat que alcanzaban un gran rendimiento para su cilindrada— y hoy representan una era dorada de la escuela italiana de monoplazas pequeños.
Stanguellini 750 y 1100 Sport (barchettas y monoplazas)
Estos bólidos de competición con motores 750 cc y 1100 cc, chasis tubular y carrocerías ligeras competían tanto en pistas como en pruebas de velocidad. Algunos corrieron incluso en eventos como las 24 Horas de Le Mans y catapultaron a Stanguellini como una marca respetada en carreras internacionales.
Stanguellini-Guzzi Colibrì
Quizás el modelo más curioso: un coche de récord con motor Moto Guzzi de 250 cc y aerodinámica pensada para la máxima velocidad, que estableció varios récords internacionales en Monza en 1963.
Stanguellini Delfino
Un monoplaza de diseño avanzado para su época, con motor en posición central y un cuerpo aerodinámico estilizado —llamado así por su forma de “delfín”— que simboliza la evolución técnica de la marca.
Stanguellini 1100 Berlinetta
En colaboración con Bertone (diseño de Franco Scaglione), este coupé deportivo basado en un Fiat 1100 combina rendimiento con elegancia, concebido también para carreras de carretera como la Targa Florio o la Mille Miglia.

El museo no se limita a lo propio de Stanguellini. También exhibe una colección variada de automóviles históricos que la familia ha atesorado por su valor técnico o afectivo:
🔹 Clásicos italianos
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Alfa Romeo Giulietta Sprint y Giulia Sprint en versiones “especial” o de competición, iconos de los años 50–60.
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Lancia Aurelia B20 y Lancia Fulvia, representando elegancia y rendimiento que marcaron época.
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Maserati Sebring y Maserati Khamsin, GT de lujo italianos con potente motor y diseño sofisticado.
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Ferrari 512 BB y Ferrari 612 Scaglietti, dos generaciones de portentos V12 con enfoque deportivo y GT de gran turismo.
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Porsche 356 (en versiones coupé y roadster) y Porsche 964 RS, ejemplares clave de la evolución de Stuttgart.
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Jaguar XK150, Mk2 y E-Type, clásicos británicos de estilo y rendimiento que marcaron el imaginario de los años 50–60.
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Austin-Healey 100, roadster inglés emblemático con gran presencia en rally y carretera.

Además de coches, el museo dedica un espacio al maestro artesano Danilo Tavoni, colaborador de Stanguellini y Ferrari, con réplicas y modelos de motocicletas clásicas que muestran el arte del trabajo con metal y la pasión por las máquinas de dos ruedas.
Pero no sólo hay coches clásicos, la exposición incluye herramientas originales, motores, piezas de recambio, fotografías y material publicitario de época, que juntos narran una historia viva de innovación y emoción.
Recomendación para el visitante
Visitar el Museo Stanguellini no es un paseo casual, sino una experiencia que requiere cita previa —el acceso está limitado para preservar la atmósfera íntima del lugar— y merece, si es posible, una visita guiada para entender a fondo cada pieza, su contexto y su significado histórico.
Mi consejo es claro: combina esta visita con otros hitos de la Motor Valley —como los museos Ferrari o Maserati— para obtener una perspectiva completa de cómo Italia se convirtió en cuna de la excelencia automovilística. Conocer Stanguellini es entender la semilla que ayudó a germinar ese árbol legendario.
Y si además eres coleccionista o aficionado técnico, no dejes de hablar con los guías o incluso con la familia Stanguellini si están presentes: hay historias y detalles que no están escritos en ningún libro. Es un lugar que para cualquier enamorado de los coches clásicos es más que un museo: es una máquina del tiempo.
Grazie Francesca Stanguellini per la tua ospitalità!
Redacción












