Estimados lectores,
- Dodge presentó el Mónaco en 1965, aprovechando una tendencia emergente de Detroit de nombrar vehículos para lugares en los que nunca esperaría encontrar uno: piense en Buick Riviera, Chevy Monte Carlo y Monza, Ford Torino, Pontiac Le Mans, etc.
- Comprado por sus actuales propietarios en el Salon del Automóvil de Barcelona, pertenece a la misma familia desde entonces.
Sorprende a primera vista. Parece que estemos en el Bronx. "Has visto el tamaño de esos parachoques?", nos preguntan mientras fotografiamos el protagonista de esta nota: Dodge Monaco Crestwood Estate. Esta unidad en concreto fue expuesta en el Salón del Automóvil de Barcelona, donde fue adquirida por el padre de su actual propietario. Dos unidades fueron vendidas en el salón, una roja sin acabado Crestwood y la que ocupa nuestras líneas hoy con esta pequeña reseña, ya que tuvimos poco tiempo para disfrutar de él.
Al sentarnos, rápidamente nos damos cuenta del típico interior diseñado en Detroit (muchos botones), un coche americano se conoce principalmente por su interior, y nos damos cuenta que espacio no falta. Este es un coche grande para gente grande. Sin binoculares es difícil ver donde termina el capo. Ajustamos el asiento, eléctrico por supuesto, y su dueño lo enciende. Un pequeño ruego del motor de arranque hace rugir al V8 y nos deleite consumiendo típico ronroneo. Selecciona D en la palanca de cambio en la columna de dirección, suelta el enorme pedal de freno y suavemente el Dodge se pone en movimiento a medida que aceleramos. Como en la mayoría de los coches americanos, este arranque inicial da un empuje bestial debido a su gran torque. La transmisión ofrece cambios suaves, casi sedosos lo que hace que se transmita poco ruido al interior. Sólo cuando aceleramos bruscamente, dicha suavidad se convierte en ronroneo. La visibilidad trasera es buena, ayudada por un gran cristal del maletero. La potencia es muy respetable para espeso del vehículo. Y a velocidades considerables, el silencio sigue siendo su mayor característica. No es un coche para conducir rápido, es un coche muy predecible, que gira correctamente hacia aquella dirección donde pongas tu ojo, aunque con un balanceo considerable. Afortunadamente, los frenos cumplen muy bien su cometido, especialmente los delanteros, ya que detrás es donde menos peso tiene el vehículo.
Este es un coche cool, aunque no tan cool para ser icónico. Digamos que es singular, si un coche clásico por su edad y porque pertenece a una década de la historia del automóvil particular, llamada Stateside. Una década donde los americanos no tenían miedo al consumo de combustible y dicha falta d miedo se veía en los productos que fabricaban. Grande significaba mejor y, en su elemento natural, este Dodge era eso. Los americanos querían al Dodge y a otros vehículos contemporáneos al igual que querían Elvis. Y la familia propietaria tiene excelentes recuerdos con el coche. Y es que es eso: un coche son recuerdos y vivencias y este Dodge Monaco representa muy bien ambos términos. Sin esos recuerdos y vivencias, seguiría siendo un coche?
Agradecemos a su orgulloso propietario el habernos permitido conocer su Dodge. Y a CoverCompany.es por la funda.
Redacción